5 de marzo de 2013

La vida en diferido


“Vamos a ver, eh, la indemnización que se pactó fue una indemnización en diferido, y como fue una indemnización en difi… en diferido en forma, efectivamente, de simulación de… simulación o de lo que hubiera sido en diferido, en partes de una lo que era antes una retribución tenía que tener la retención a la seguridad social que si no hubiera sido…ahora se habla mucho de pagos que no tienen retenciones en la seguridad social, ¿verdad? Pues aquí se quiso hacer como hay que hacerlo”. Pues con esta ininteligible parrafada se despacho a gusto nuestra querida Presidenta y número dos del PP para explicar que a un “supuesto” delincuente le habían pagado casi medio kilo de euros por un despido, que a todas luces parece ahora improcedente, tras cobrar la friolera de veintiún mil euros mensuales en tiempos en los que a otros nos quitan pagas, nos recortan derechos y nos suben impuestos por doquier.

Ver la angustia que esta señora mostraba en su rostro denotaba la falta de preparación sobre el tema y el marrón que esa comparecencia resultaba para ella. Seguramente estaría pensando en que bien podía haber copiado a su jefe y haber presentado un video, por supuesto en diferido, para por lo menos tener preparada la respuesta y no parecer  Grouchomarxista como apunta Ignacio Escolar en su blog de www.eldiario.es.

Luego viene lo de Sepúlveda que se fue él pero igualmente le indemnizaron hasta que ya por vergüenza torera no pudieron mantener ya en su puesto – simulado o diferido – de “funcionario” del PP como apuntaba su portavoz parlamentario con no menos angustia de la que demostró Cospedal.

O Bárcenas, que en directo y sin simular nada se plantó ante un notario para declarar las supuestas irregularidades de su partido y blindarse ante posibles denuncias de compañeros de partido.

En realidad todo parece una tomadura de pelo de descomunales dimensiones que es bien real y que venimos viviendo en directo día tras día. Ojala estuviera en diferido, pudiéramos editarla al gusto o simular que no es real, como hacen otros.

26 de febrero de 2013

Si yo tuviera una escoba...


Si yo tuviera una escoba, cuántas cosas barrería. Así empezaba la primera estrofa del afamado éxito de Los Sirex que, en las navidades de 1965, irrumpía en las radios españolas para convertirse en un clásico de nuestra discografía. El tema, que en un principio no gustó al grupo pero después de unos arreglos se convirtió en eterno, no puede venir más a cuento, casi cuarenta años después, para describir el sentir de la población para con quienes se encargan de dirigir su destino.

Después del vergonzoso debate del estado de la nación en el que se erigen vencedores cuando de él solo pueden salir vencidos, de los visto en ese ilustre hemiciclo, no salvaría nada del poder de la escoba y les barrería uno por uno como a migas de pan después de una cena. En el plano local lo vergonzoso es que, pudiendo tener ese debate, en este caso por el estado de la ciudad, no se atrevan a celebrarlo por falta de ideas para sacar a una de las ciudades más deprimidas de España de su profunda crisis.

Volviendo a la canción de los Sirex, cierto es que mucha culpa, como dice la tercera estrofa, la tiene el dinero. Por falta o por exceso, por estar en sobres o en sueldos desorbitados, porque su falta niega el acceso a derechos básicos como la vivienda, porque trabajar mucho no garantiza tenerlo, o porque unos pocos acumulan la mayoría, el dinero es fuente de conflictos eternos y de desigualdades infinitas.

Según la cuarta estrofa, la maravillosa escoba que a muchos nos gustaría tener, barrería todo lo sucio que hay en el bajo mundo, y en estos días, de cosas sucias vamos sobrados. Corrupción política, voracidad especulativa, ansias de poder que llegan incluso a la Santa Sede, y otras cuestiones igualmente deplorables por cómo influyen en la sociedad como son el dopaje o el amaño de competiciones deportivas, hacen de esta canción contemporánea a pesar del tiempo.

Y es que más de uno, seguramente, tarareamos al ver el telediario el estribillo de la canción: Si yo tuviera una escoba, cuántas cosas barrería.

19 de febrero de 2013

¡Ay, la gimnasia!


Muchas veces nos preguntamos cómo puede ser que en determinados áreas se hagan cosas ilógicas y que no suelen aprobar los profesionales del ramo. Y es que en el afán por dejar su huella, el político de turno, se rodea de iluminados igual de poco preparados que él – o ella – que le aconsejan las mejores directrices a seguir, que suelen ser las peores para el interés general.
En esta competición por ver quien dice la mayor tontería los titulares de educación son los que encabezan las listas de sandeces por aparición. El señor Marín – consejero de educación y cultura de Castilla-La Mancha – para empezar cabe destacar de él que no tiene nada que ver con la educación y con la cultura, que yo sepa, tampoco mucho. Licenciado en Administración y dirección de empresas, especializado en gestión y dirección y técnico superior en riesgos laborales, tiene su formación dedicada a sacar el mayor rendimiento económico de aquello que dirige. Y en ello está: sacando el mayor dinero posible de la educación pública para rentabilizar la privada que hace ya mucho tiempo había sido superada en calidad por su hermana gratuita y no era rentable – valga la redundancia. Cuestiones administrativas a parte, viendo que son mayormente consecuencia de las políticas conservadoras de su partido y, en este caso, él no es más que un títere en manos de su jefa, su total desconocimiento de áreas y contenidos educativos mayormente de las etapas infantil y primaria, no tiene nombre. Llamar a la Educación Física gimnasia en una rueda de prensa en la que además tiene la osadía de pedir que este área sea impartida en inglés, sin haber asistido a una clase en su vida, denota el desierto intelectual en el que deambula este consejero. Para empezar, la gimnasia es una modalidad deportiva que, en primaria, rara vez se trabaja. Atrás quedaron los tiempos en que potro y plinton eran protagonistas de unas clases casi marciales. Ahora se trabaja el esquema corporal, la lateralidad, la percepción espacio-temporal, los desplazamientos en todas sus dimensiones… y todo a través de juegos que hacen de la educación física un momento de experimentación corporal en un mundo cada vez más sedentario. Ya no hablemos del afán por el bilingüismo sin mirar donde se instaura. A ver si un día hacen los plenos del congreso bilingües, lo que nos íbamos a reír…

12 de febrero de 2013

Concertado no es público



En esta guerra en la que se está convirtiendo el día a día de los servicios sociales nos están haciendo creer que, aquellos recortados derechos derivados a entes privados, son iguales a los suprimidos o marginados públicos.

Sanidad y educación son los más recortados por delante de la dependencia, el deporte o la cultura, entre otros, y los que están viendo como los ansiosos inversores ávidos de poder e hinchados de dinero se hacen con un pastel muy suculento. En este caso concreto, la sanidad es sin duda su lugar favorito pues las enfermedades, por desgracia, nunca se acaban. Para reflexionar queda que si un servicio que pagan los impuestos lo lleva a cabo una empresa privada, ésta deberá obtener un beneficio – del dinero del contribuyente – que dejará de gastarse en pos de un mejor servicio. También cabe pensar que en la exploración de un paciente los recursos empleados serán mirados con lupa para gastar lo menos posible en busca del mayor beneficio para la empresa en cuestión.

El caso de la educación es similar, aunque no igual. En cuanto a la voracidad empresarial es cierto que estas empresas – cooperativas la inmensa mayoría – carecen de ella a priori, pero sí quieren abarcar la máxima cuota de mercado posible. Me explico: cuantos más alumnos quieran ir a ese colegio más dinero les otorgará el concierto con la administración y, por lo tanto, más dinero se podrán repartir los cooperativistas. Ahora que la educación pública está siendo masacrada, estos colegios están resurgiendo, como ave fénix, de sus cenizas. Por otra parte, los métodos de selección del personal son algo diferentes. Entrar en una cooperativa cuesta el dinero que en un colegio público se llama oposición. Si nos centramos en lo meramente educativo, como ocurre en los colegios públicos, habrá de todo como en botica. La mayor diferencia estaría en los conciertos con grupos religiosos, que ofrecen una educación subvencionada de dudosa legalidad, en un país constitucionalmente laico.